domingo, 6 de septiembre de 2009

MÁS QUE ENAMORADOS

Llovía, y los pájaros alzaban vuelo en aquella tarde nubada. Pronto, las calles se convirtieron en pequeños arroyos que se llevaban la alegría de esa mañana soleada. Las horas pasaban, las gotas caían como hojas al viento, las flores, anteriormente resecas, se tornaban ahora con fina vitalidad. El crepúsculo llegó con una brisa fría, algo inusual en las vastas praderas que rodean al territorio bajocaucano. Parecería extraño pero a pesar de que la tarde estaba acariciada de un leve sereno muchos estaban allí; niños, jóvenes y adultos, le hacían cita a uno de los parques más emblemáticos del municipio. De repente, ella llegó, con delicadeza alzo su mirada para buscar un lugar que no estuviera ocupado. Después de dar varias vueltas se sentó. Lo hizo con determinación. Era una chica trigueña, su piel tenía un color acaramelado como el de la miel, sus labios suscitaban una energía atrayente, fortuita, poco menos que coordinada. Pasaron unos quince minutos antes que llegará él con una flor en la mano, sin vacilar, ella le respondió su gesto con una bella sonrisa. Empezaron a conversar, sus miradas vislumbraban una estrecha pasión que avivaba una a una las palabras que se decían suavemente.

El chico se notaba nervioso, quería manejar la situación, hizo varios movimientos para llamar toda la atención de su bella acompañante. De pronto, y sin esperarlo- tal vez no en ese instante-, ella acercó lentamente su rostro al de él y lo beso desaforadamente. Fue un momento corto pero eterno, eran solamente ellos dos en aquel instante, no importaba nada, no importaba nada… ni siquiera el latido de unos perros mancillada la atención de aquellos enamorados. Un gran resplandor ilumino sus rostros, era la luna, esa luna testigo y confidente que acompañaba celosamente el roce de sus labios, el calor de sus besos y el fuego incontenible de sus miradas. Una nube liviana como un pájaro se interpuso entre el brillo de la luna y el reflejo de sus mejillas, que estaban súbitamente escarlata. Noche tras noche, aquel par de jóvenes se encuentran en esa verde morada, acompañados por el cántico inconsolable de los pájaros, las miradas atónitas de los pobladores que circundan el lugar y la mítica luz de la luna. Al fin y al cabo es una cita, o como dirían ellos, es un compromiso obligado con el amor…

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